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Nusch y Ady

Nusch Éluard y Ady Fidelin, como todos aquellos hombres y mujeres que Man Ray (el autor de las imágenes que aparecen en esta entrada), Ronald Penrose o Lee Miller fotografiaron durante aquellos veranos en el sur de Francia, libres de prejuicios, entre 1936 y 1939, tan cerca en tiempo y lugar de las terribles guerras que destrozarían el mundo a su alrededor, merecerían mayores y mejores comentarios.

Pero ya lo ha hecho Carlos Suárez en su novela Una mujer en Pigalle. A su web nos remitimos.

Tan solo, acabar con una imagen más, entre las muchas que existen de ambas mujeres, ésta tomada al parecer en 1935, también obra de Man Ray, que no recuerdo haber visto en la web de referencia.

Verano de 1937 en Île Sainte-Marguerite, muy cerca de Cannes

Aquel verano de 1937 un grupo de amigos, hombres y mujeres, amantes, artistas surrealistas, se reunieron para disfrutar unos días felices en Île Sainte-Marguerite (donde estuvo encarcelado «el hombre de la máscara de hierro«) una de las islas de Lérins, frente a la costa de Cannes. Al sur, España se desangraba en una cruenta guerra civil. Al norte, el nacionalsocialismo había tomado el poder en Alemania y no faltaba mucho para que Europa y el mundo entero sufrieran el horror que ello supuso. Ignoro si esos hombres y mujeres eran ajenos o no a las calamidades de ese tiempo que les tocó vivir. Pero, al menos, parece que gozaron juntos aquel verano de 1937.

Lee Miller, Paul y Nusch Éluard, Man Ray, Roland Penrose y Ady Fidelin son los nombres de esos amigos que -en la modesta opinión de quien escribe- supieron vivir un tiempo de libertad en medio de un mundo convulso.

Charlotte Berend y Lovis Corinth

A lo largo de la historia del arte son muchos los artistas que han mostrado en su obra a sus parejas desnudas (debería decir «los hombres que han mostrado a sus mujeres desnudas» pero no lo hago por razones obvias, porque a nadie se le escapa que la historia del arte parece estar hecha por los hombres, aunque busco ejemplos de lo contrario). Una buena razón para que así sea es que sus mujeres podían ser las modelos mas cercanas -y económicas- que tenían. Pero también -¿por qué no?- por ese sentimiento de orgullo tan propio del género de esos artistas. Y admiración… Y amor… El tema me interesa y no dudo en que se verán diversos ejemplos en este blog. Pero, esta vez, comenzamos con la pintura que encabeza la entrada.

La pintora alemana Charlotte Berend (1880-1967) fue la primera alumna privada de Lovis Corinth y, enseguida, desde los inicios de su relación en 1902, el año en que se pintó el cuadro de la cabecera, se convirtió en su modelo preferida (la retrató en múltiples ocasiones), su amante, su esposa y su musa.

Sin duda, no puede haber espectador que permanezca insensible ante esta imagen del interior de una casa, con flores, fruta y copas de vino, en la que el pintor se retrata a sí mismo -al parecer algo achispado- brindando por nosotros mientras su mano derecha acaricia, o más bien agarra- el pecho de su amada y semidesnuda Charlotte. Ella nos mira complaciente y quizás se pregunte qué pensamos nosotros…

Lovis Corinth (1858-1925). Autorretrato con Charlotte Berend y una copa de vino (1902). Óleo sobre lienzo. 98,5 x 108,5 cm. Colección privada

Durante toda su vida, Lovis siguió pintando a Charlotte, en muchas ocasiones desnuda o semidesnuda. Como ejemplo, se pueden ver, a continuación simplemente cuatro retratos más. El primero, otro autorretrato del pintor (que se hizo una buena cantidad) con ella de espaldas, que también la espalda tiene su encanto.

Lovis Corinth (1858-1925) Autorretrato con modelo (1903). Óleo sobre lienzo. 121 x 89 cm. Kuntshause Zürich

El segundo, con su hijo Thomas, nacido en 1903.

Lovis Corinth (1858-1925). Madre e hijo (1906)

El tercero, con Charlotte embarazada de su hija Wilhelmine.

Lovis Corinth (1858-1925). Mujer embarazada (1909). Óleo sobre lienzo. 95 x 79 cm. Alte Nationalgalerie. Berlín

Y el cuarto, con Charlotte en la cama… al amanecer

Lovis Corinth (1858-1925). Amanecer (1910). Óleo sobre lienzo. 68,5 x 80,5 cm. Museo estatal de Hesse. Darmstadt. Alemania

Montserrat Güell como Diana en el baño

Fernando Álvarez de Sotomayor y Zaragoza (1875-1960). Monserrat Güell como Diana en el baño (c.1940). Óleo sobre lienzo. 240 x 155 cm. Museo del Prado.

Montserrat Güell López-Bertrán (Tarragona, 1904 – Biarritz, 1993) era una chica de la burguesía catalana que, a los 25 años de edad, contrajo matrimonio en París con el financiero norteamericano George N. Kaldany. Algo más de una década después, por encargo del marido -supongo- uno de los más importantes pintores de la época, que fue Director del Museo del Prado, Fernando Álvarez de Sotomayor y Zaragoza, la retrató como Diana en el baño, un tema recurrente en las pinturas mitológicas desde el Renacimiento. Y un cuadro ideal para colocarlo en un lugar privilegiado de la mansión familiar -dada su gran envergadura- para mostrarlo con orgullo a las amistades de la pareja, digo yo. ¿O no?

Fue la propia Montserrat Güell quien vendió el cuadro al Museo de Arte Moderno en 1963 y, desde entonces ha continuado exhibiéndose en diversos museos españoles. Actualmente -según leo- se encuentra en depósito en el Museo de Jaén.

Es muy recomendable observar el cuadro con detalle y leer más información sobre el mismo en la web del Museo del Prado.

Me quedo con las ganas de saber quienes fueron las modelos que dan cuerpo a las ninfas que acompañan a esta Diana-Montserrat.

Por cierto, el mismo pintor y por las mismas fechas, realizó otro retrato a Dª Montserrat que también se puede encontrar en la web del Museo del Prado. Aunque no le falta a la pintura cierto toque de erotismo -poco común, en la época, entre los retratos de las damas de la buena sociedad- pienso que éste si sería el retrato para mostrar a las amistades de la pareja. Al menos, a los amigos de menor confianza. ¡Qué tener un Álvarez de Sotomayor en casa (o dos) era todo un lujo!

Fernando Álvarez de Sotomayor. Retrato de Montserrat Güell López-Bertrán (c.1940). Óleo sobre lienzo. 240×155,5 cm. Museo del Prado

Hedy Lamarr

Protagonizó el primer desnudo y el primer orgasmo en el cine (al menos en el cine pensado para su exhibición pública) en sus inicios como actriz. Sufrió un matrimonio desgraciado del que escapó en una huida más propia de alguna de esas películas que la convertirían poco después en una de las actrices más glamourosas de Hollywood. Pero, además, para sorpresa de muchos, supongo, Hedy Lamarr fue también ingeniera de telecomunicaciones e inventora…

Hoy, 19 de enero, se cumplen 20 años de su fallecimiento, con 85 años de edad. Me alegra que algunos medios de comunicación la sigan recordando como lo hago yo.

Para saber más sobre la historia de esta mujer genial permíteme que te recomiende dos blogs muy interesantes con su correspondiente enlace al pulsar sobre sus títulos: Mujeres con ciencia, que reproduce un artículo de Laura Morrón y Mujer… blog, este último, de Jorge Casanova, un señor al que aprecio sinceramente.

John y Yoko

Cuentan las crónicas que John Lennon y Yoko Ono pasaron toda una noche del emblemático mayo de 1968 grabando una sesión de música vanguardista. Días después decidieron publicar el resultado de esa jam session bajo el nombre de Unfinished Music No. 1: Two Virgins. El título, según ellos, hacía referencia «a la inocencia en la estaba sumida el mundo que les rodeaba» y también -¡cómo no!- a la memorable consumación de su amor con la que se obsequió la pareja tras aquella noche de pasión musical.

Sin embargo, la profunda filosofía de John y Yoko no bastó para convencer a las autoridades de Nueva Jersey, que consideraron la portada del disco -en la que ambos aparecían completamente desnudos- simplemente pornográfica. El 2 de enero de 1969, las primeras treinta mil copias del disco fueron incautadas en el aeropuerto de Nueva Jersey para evitar su difusión, la portada fue censurada y, finalmente, el disco se vendió con una funda de papel marrón que sólo permitía ver sus caras. No obstante, según la sabionda Wikipedia, la parte trasera de aquella austera funda llevaba inscrita una cita bíblica:

«Estaban los dos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse uno de otro»

(Gen 2:25)

Pero, la verdad, lo que he sido capaz de escuchar de lo que grabaron aquella noche me parece absolutamente insoportable. Prefiero acabar con esta otra melodía…

Imagine – John Lennon from Cosmic Voyager on Vimeo.

*La documentación para esta entrada se ha tomado fundamentalmente de la revista Rolling Stone.

La mujer y el pelele

El Diccionario de la Lengua Española define «pelele» en su primera acepción como «figura humana de paja o trapos que se suele poner en los balcones o que mantea el pueblo en las carnestolendas» y en la tercera como «persona simple o inútil»… Ambas pueden ser aplicadas con ligeros matices a ese muñequito que, en 1927, el belga Jean Leon Henri Gouweloos (1865-1943) -con tanta ironía como simbolismo- ponía en manos de la bella protagonista de su cuadro: La femme et le pantin.

Piedras

Cuando le pregunto a Mr. Google sobre el ¨dolor de piedra» me responde hablando sobre cálculos en el riñón o en la vesícula… pero no dice nada sobre piedras en la cabeza como la que Guy Thouvignon nos muestra en la siguiente fotografía, acompañando otras estratégicamente distribuidas…

Habría que remontarse varios siglos, hasta los tiempos del Bosco, para encontrar la expresión plástica de una piedra alojada en dicha localización anatómica (y, desde luego, más profunda que en la foto de Thouvignon) con terribles consecuencias…

El Bosco (c.1450- 1516). Extracción de la piedra de la locura (c.1494-c.1516). Óleo sobre tabla. 47,5 x 34,5 cm. Museo del Prado

… O, no demasiado tiempo después, la también extraordinaria pintura de Van Hemessen:

Jan Sanders van Hemessen (1519-1564). El cirujano o La extracción de la piedra de la locura (1550-1555). Óleo sobre tabla. 100 x 141 cm. Museo del Prado

Mucho podría hablarse más que de medicina -que ni sé ni es la intención- sobre la condición humana. Eso se lo dejo a los expertos y no me entretengo más. Sólo recomendar una visita a la obra de Guy Thouvignon y una foto suya más: el autor con su pareja, sin piedra alguna entre ellos.

Cuando no estás

Para estar solo no es necesario ser aquel caminante sobre el mar de nubes que pintó el romántico alemán Caspar David Friedrich en 1818.

Tampoco hace falta formar parte de un cuadro de Edward Hopper.

Edward Hopper (1882-1967).

Edward Hopper (1882-1967). «Sunday» (1926). Óleo sobre lienzo. The Phillips Collection, Washington, D.C.

…O de una fotografía de Richard Tuschman, que deja de lado el pincel y la pintura para reinventar con su cámara los cuadros del pintor neoyorkino en su proyecto «Hopper meditations».

(c) Richard Tuschman. Woman at Window (2013)

(c) Richard Tuschman. Woman at Window (2013)

Puedo estar rodeado de una multitud, como Wally, incluso, y tan perdido como él; pero sentirme absolutamente solo cuando no estás tú.

Martin Handford. Wally en la playa, en la primera edición de ¿Dónde está Wally? (1987)

Martin Handford. Wally en la playa, en la primera edición de ¿Dónde está Wally? (1987)

Por eso, cuando tú no estás y te necesito, como en la canción de Albert Hammond y Carole Bayer Sager, que compusieron la música y la letra respectivamente, en 1976: «Cierro los ojos y estoy contigo«.

When I Need You alcanzó la fama y el primer lugar de las listas de éxitos británicas y estadounidenses aquel mismo año 1976 en la voz de Leo Sayer.

No es cuestión de establecer comparaciones ni, mucho menos, de organizar un concurso… Es, simplemente, que no me canso de escuchar esta maravillosa canción (con la que ahora mismo me siento plenamente identificado) en otras grandes voces, como la de Céline Dion, por ejemplo.

O la de Julio Iglesias ¿por qué no? Un Julio que -como cosa rara- aparece en este vídeo tan solo como esta noche estoy yo… y casi tan elegante como yo. 😉

Aunque -he de decirlo- mi versión preferida es la que cantó en 1996 Rod Stewart; aunque a él sí que se le ve en buena y abundante compañía.

Por cierto, hablando de compañía, volvemos a la playa de Wally para comentar una anécdota que se convierte en reto. Resulta que la primera edición norteamericana de dicha imagen fue censurada porque… ¡aparecía una señora en topless! Serías capaz de encontrarla (la imagen se puede ampliar pulsando sobre ella).

Sobre música clásica y ropa femenina

Estaba todavía disfrutando con gusto de los sensuales bailes que hemos compartido en el post anterior cuando, de pronto, me encuentro con esto:

Verás, a mí me parece bien que se intente promocionar la música clásica, especialmente que se acerque a la juventud; pero, por favor, si alguien realiza un vídeo con un momento musical tan extraordinario como ese de la Sinfonía del Nuevo Mundo, del gran Antonín Dvořák, debería cuidar un poco más la coreografía. ¿No?

De coreografías, precisamente, sabe bastante André Rieu

He de reconocer que las chicas de Bond (no me refiero a las de 007 -que también- sino a las del cuarteto de cuerdas) tienen su encanto.

Bond

Bond

Tienen su encanto, decía, incluso a la hora de tocar. Con ellas pasa como con la tónica, que si no te gusta es que no la has probado bastante. Por eso, vamos a verlas otra vez, y de paso a escucharlas, en el vídeo oficial de Victory; en el que, por cierto, también hay baile y en este blog somos muy bailongos.

Ellas fueron pioneras en este tipo de cuartetos, que luego han proliferado como setas en otoño. Quizás alguna vez traiga aquí algunos de esos cuartetos… Pero, ya que estamos con Bond, y cambiando de música, no quiero dejar pasar la ocasión de mostrar para que me gusta a mí que se usen las plazas de toros:

Más solita (o no) pero siempre en compañía de su violín, alcanzó notable notoriedad Vanessa-Mae, que igual interpreta a Bach (otra vez, hoy no paramos de oírlo porque Bach es muy moderno).

… Que nos hace bailar (sin olvidar del todo sus orígenes clásicos).

La violinista de Singapur tampoco es muy remilgada a la hora de vestir. Ella con unas braguitas y unas alitas de angelito tiene bastante.

Vanessa Mae

Vanessa Mae

Oriental y famosa también por su forma de vestir es una pianista extraordinaria, una de mis preferidas sin duda: Yuja Wang.

HOLLYWOOD, CA. JUL. 17, 2014.  Yuja Wang in Prokofiev's Piano Concerto No. 1 with Esa-Pekka Salonen conducting the LA Phil at the Hollywood Bowl in Hollywood on Jul. 17, 2014. Salonen returns and for the first time, performing with the popular pianist (and Bowl sensation) Yuja Wang. The program is early Shostakovich and Prokofiev.(Lawrence K. Ho/Los Angeles Times)

HOLLYWOOD, CA. JUL. 17, 2014. Yuja Wang in Prokofiev’s Piano Concerto No. 1 with Esa-Pekka Salonen conducting the LA Phil at the Hollywood Bowl in Hollywood on Jul. 17, 2014. Salonen returns and for the first time, performing with the popular pianist (and Bowl sensation) Yuja Wang. The program is early Shostakovich and Prokofiev.(Lawrence K. Ho/Los Angeles Times)

Aquí la tenemos, precisamente, con el modelito de la fotografía anterior, interpretando en Concierto para piano nº 1 de Shostakovich.

Evidentemente, la forma de vestir de la pianista china, tan poco habitual en las salas de conciertos, llama la atención de músicos y público en general.

Yuja Wang en una de sus entradas triunfales

Yuja Wang en una de sus entradas triunfales

La verdad es que ella puede tocar se vista como se vista, porque es una pianista extraordinaria. Una de mis piezas preferidas de su repertorio es el Concierto para piano nº 1 de Tchaikovsky. Me encanta esa música.

Pero, no cabe duda -y ha sido motivo de comentario en los medios especializados-, el vestuario de Yuja Wang influye en que algunos se aficionen más aún a su música.

Yuja Wang ante el piano

Yuja Wang ante el piano

Desde mi punto de vista, la pianista china, la violinista de Singapur o las componentes de Bond pueden vestirse como quieran. Lo importante es que ellas son artistas. Las «bailarinas» del principio, pues no…   La diferencia no está en la ropa sino en el arte para disfrutar escuchando la Sinfonía del Nuevo Mundo.